martes, 1 de junio de 2010

viajando sola

Había olvidado lo mucho que me gusta viajar sola. Hacer una maleta efímera en ropa pero cargada de libros; procurarse la manera de llegar a la estación, al aeropuerto, a altas horas de la madrugada. Tiempo de espera para leer, para observar, sin la necesidad de llenarlo de palabras. Un tiempo que se estira o se enconge como un chicle, a nuestra voluntad.
Una vez en el avión o en el tren, sentarse en la ventanilla sin sentirse culpable por ello y abstraerse mirando por la ventana las nubes o el paisaje estirado y veloz, o dormirse con la boca abierta, o enfrascarse en la lectura sin miedo a que nadie se sienta excluido. Observar la coronilla de la señora de delante que se está quedando calva. Escuchar a hurtadillas la conversación de los de atrás, imaginar a qué se dedica el del asiento contiguo, por qué viaja, para qué.
Cuando el avión llega (o el tren, o el autobús) saberme libre de escoger, según mis apetencias. Una exposición, un lugar especial. Pero sobre todo poder vagar, vagar a mi antojo en busca de parques, de terrazas, de gente. Asistir a los momentos cotidianos de la ciudad, ir a comprar fruta en el mercado para comerla sentada en un banco, viendo pasar la vida. Sin obligaciones.
Y luego están los amigos: los que están y los que hacemos. Esa gente que la vida te ha ido poniendo en el camino, que forman parte de ella a pesar de estar lejos, casi siempre. Aquellos a los que puedo pasar años sin ver con la seguridad de que el cariño sigue ahí, intenso, intacto. Esas cañas, esas cenas, esos paseos de a dos o de a tres o de a cuatro que duran unas horas que luego recuerdas durante años. Y tras la despedida, de nuevo la soledad.
Una soledad donde me pienso, me repienso, escribo y me reescribo. Una soledad, como un vacío donde me puedo quedar suspendida, fuera del tiempo, para mirarme al espejo y volver a encontrarme.
Me encanta viajar sola. Me sigue gustando. No sé cómo pude haberlo olvidado.

3 comentarios:

la chica de las biscotelas 2 de junio de 2010, 11:54  

es una pena que te guste viajar sola... yo en ese modo me iría contigo sin pensarlo... ;)

la trapecista 2 de junio de 2010, 17:01  

Me gusta viajar acompañada, también. Sólo que hacía años que no hacía un viaje en solitario, y me daba un poco de miedo... y he descubierto que no, que me sigue encantando.

Unknown 3 de junio de 2010, 22:18  

Comparto el placer de observar en los "no espacios no tiempos" -especialmente en los aeropuertos-.

Viajando solo nunca estas solo. Compartir es increíble...con uno mismo también.