viernes, 30 de octubre de 2009

hope

maybe... maybe not

melancolía

jueves, 29 de octubre de 2009

el muro de las sonrisas

Cuando el amor se aja
se marchita
se te vuelve amarillo
no hay remedio
sólo te queda la sonrisa.
Cuando te sientes sola
entre sus brazos
y tu piel es frontera
y no te brota el llanto
sólo te queda la sonrisa.
Cuando el canto se oxida
y el paisaje
y todo lo vivido
es un espectro
tu único refugio
es la sonrisa:
este muro cerrado
impenetrable
sin ayeres
sin hoy
sin mañanas
donde todos los sueños
se hacen trizas.

Claribel Alegría

martes, 27 de octubre de 2009

a mitad del viaje

Quisiéramos a veces volver a comenzar.
Tomar hilos pendientes
que dejamos hace años
y seguir el dibujo de otro modo.
Me equivoqué de puerta tantas veces
y entré
y estuve sola
y otras veces no entré
porque no pude.
Y en medio del paisaje
con frecuencia me asalta una nostalgia
y si estoy desemparada
y recuerdo
ventanas
y sonrisas
y yo pasé de largo.
Es inútil pensar en el regreso.
Seguiré más despacio
y cuando venga el día de atar nudos
podré ver hacia atrás
y quizá encuentre un dibujo insospechado.

Claribel Alegría

domingo, 25 de octubre de 2009

la eterna pregunta

sábado, 24 de octubre de 2009

todo fue dicho cien veces

TODO FUE DICHO CIEN VECES
Y MUCHO MEJOR QUE POR MI.
ENTONCES CUANDO ESCRIBO VERSOS
ME DIVIERTO
ME DIVIERTO
ME DIVIERTO, Y ME CAGO EN VOS.

boris vian

viernes, 23 de octubre de 2009

baby don´t do it

miércoles, 21 de octubre de 2009

Espantapájaros

Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros.
Llorar la digestión. Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.

Abrir las canillas, las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las
veredas y los paseos, y salvarnos, a nado,
de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.

Llorar como un cacuy, como un cocodrilo..si es verdad
que los cacuíes y los
cocodrilos no dejan nunca de llorar.

Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo
con la nariz, con las rodillas. Llorarlo
por el ombligo, por la boca.

Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Oliveiro Girondo

A SOLAS

Es la primera vez que le pasa. Después de tantos años. No puede apartar ese pensamiento de la cabeza. Sube despacio por la escalera, casi a tientas, porque la carpa está a oscuras y sólo ha querido encender un pequeño foco. La luz mínima para no caerse.
Por fin llega a su trapecio, su casa. No se tira. Se desliza suavemente, con el impuso mínimo para no balancearse demasiado. Hoy necesita la quietud, el reposo. Volver a sentirse sola. Recuperar el control para que no vuelva a ocurrir, para que el mundo no tiemble a sus pies y se derrumbe.
Es la primera vez que le pasa. Después de tanto tiempo. “Nunca tuve miedo”, piensa mientras el trapecio pierde movimiento. Y es verdad. Volar mientras todos contienen la respiración es algo natural en ella. Ya la primera vez que subió pidió que no le pusieran red. Sabía que sólo tenía que creer firmemente que no se iba a caer. Confiar en sí misma a ciegas. En su fortaleza, su equilibrio, en su destreza, en su soledad. Mantener el control, a pesar de la fragilidad. Siempre le había funcionado. Siempre. Hasta aquella noche.
Tenía que haberse negado; haber hecho las maletas y haberse ido cuando le dijeron que a partir de entonces tendría que compartir el trapecio. Pero no lo hizo, y ahora está perdida: tiene que saltar y dejarse llevar.
La oscuridad empieza a desvanecerse poco a poco. Le queda poco tiempo, tiene que decidir.
El lanzador de cuchillos está a punto de llegar.